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Per començar

12.1 CARNAVAL RETOMAR UN RITO

Las Carnestolendas, prohibidas por decreto durante todo el régimen anterior, representaban para aquellos que sólo las conocíamos de oídas (es decir, casi todos) poco menos que un sueño. Ante nosotros había una fiesta ancestral y a la vez completamente vírgen e inmaculada. Sin sillas ni enormes escenarios, sin boatos galeristas ni artistas a sueldo. Una fiesta, en fin, que se prestaba perfectamente a las inquietudes de todos los desencantados de círculos cerrados y concéntricos, que deseaban crear desde la base una fiesta popular y alternativa.

De aquel garrafón de vermú y aquel tocata del primer año, poco ha quedado. La fiesta fue, «de una forma natural», creciendo, extendiéndose, haciéndose mayor y, como a toda moza casadera, le comenzaron a salir novios. Recibió los parabienes del municipio que comprendió el sentir de la gente hacia un evento tan marcadamente lúdico y puso los medios para que se convirtiera en la fiesta invernal por antonomasia de nuestra ciudad. La dinámica se disparó de tal modo que en pocos años la cosa tomó un cariz que obligó a los primitivos fundadores a replantearse lo hecho hasta el momento. De ese modo surgió un colectivo que aglutinó las diversas iniciativas creadas.

Aquello funcionó durante un par de años, luego, como todo en esta vida, el anquilosamiento de unos y el inmovilismo de otros fue agotando a la mayoría que (desentendiéndose de aquello que amenazaba con estancarse) se dedicó al disfraz y a la divertida crítica en peñas más o menos numerosas, pero con el único (y sano) propósito de pasarlo bien. Mas he aquí que una serie de grupos de muy diversa procedencia, venían desde unos pocos años atrás optando por un Carnaval más participativo a todos los niveles (creación, gestación, etc) y no sólo querían divertirse. De entre todos hubo uno que empezó a apostar fuerte por la descentralización progresiva de la cosa carnavalera y, lanzó el guante para la creación de una serie de encuentros que propiciaran (pese a algunos), el acercamiento de un sector más amplio a la realidad festiva. Desde allí ha comenzado a emerger lo que pensamos puede constituir la piedra angular de los próximos carnavales. Gente con ganas de hacer cosas, dinamismo lúdico y transparencia organizativa. En resumen, frescura y vivacidad que atañen tanto al jóven de la chupa como a la señora del boatiné, que es de todo aquel/lla que se siente con deseos de ponerse una nariz de goma y enseñar su rostro aunque solo sea unas horas al año.

LA TRIPA DEL MORO: CARNAVAL POR LA CARA

En el año 1990 nace la peña carnavalera «La Tripa del Moro» como una respuesta ante la desconexión de la cultura oficial con otras propuestas alternativas de mayor calado popular y que habían ido consumiéndose enla marginalidad más absoluta. Pretendíamos crear un cauce de expresión, un medio para desarrollar unas formas distintas de entender la fiesta y por lo tanto la cultura: espontaneidad, vía libre a la creatividad personal, profundo sentido popular y entusiasta de la fiesta no dirigida, fresca, divertida y crítica. Y al mismo tiempo recuperando el saludable hábito de la comunicación, del esfuerzo solidario, del colaborar sin más interés que la consecución de la obra común. Una verdadera utopía. Sin em­bargo, la Tripa del Moro dejó de ser una utopía, un estallido vital pero efímero, para convertirse en algo más que una peña festera. Este grupo de heterodoxos y enloquecidos/as se resistió a desaparecer con los rescoldos de aquella sardina de 1990, y de la inestabilidad se pasó a emprender una de las aventuras colectivas más interesantes y vivas de los últimos tiempos. Fruto de este espíritu es el montaje del Entierro de la Sardina del Carnaval 92.

ENTIERRO DE LA SARDINA. CARNAVAL 92.     El sueño de una noche de invierno.

La Sardina, que en la hoguera consume su existencia como estandarte de «La Seca», recordatorio de la ceniza en que se torna, es precedente de la muerte carnal y paso al penar cuaresmal. Enterramiento de los gozos y goces de la carne que nos hace derramar el llanto por su pérdida al tiempo que nos regocija por su futuro advenimiento que, como el inmortal ave Fénix, cada año nos reencuentra. Ante ello, nuestro espíritu nos lleva a ensalzarla más cada renacer.

Dejar constancia de su presencia de una forma más patente en cada ciclo natural y centrar en su derredor nuestros anhelos festivos y lupercales.

En un principio, al reencontrarla después de tantos años dormida (que no muerta) por orden superior, nos conformamos con su presencia en forma natural. Así fue: una pequeña sardina debota embutida en un catafalco de cartulina negra forrada de algodón, en fin, eran otros tiempos.

Poco a poco, la sardina fue haciéndose mayor, creciendo en tamaño y acólitos, cambiando su primitiva forma, mutándose en símbolo primordial de la fiesta. Mas ciertamente, el fuego era su destino. El fuego que la purificaba, a la vez la destruía y tan solo los rescoldos presidían el Baile Negro de sus adoradores.

Quisimos entonces, unos cuantos de sus amados hijos, mostrar al mundo sus blancos y pulidos restos, sus desnuda osamenta cual reliquia de un pasado más feliz y jubiloso y construir, como en las antiguas civilizaciones mediterráneas, una hercúlea réplica de su imperecedero esqueleto para recordar la fiesta, para hacer perdurar siquiera unas horas más su imágen en nuestras mentes.

Por ello, tras mucho discurrir, decidimos poner manos a la obra y así nació. Primero un proyecto, luego una maqueta y por último, como una larga y anhelada gestación, la Sardina, radiante, magnífica, como juguete de gigante, un sueño largamente acariciado.

No fue fácil la empresa. Pruebas, ideas desechadas, nuevos ensayos, intentos frustrados, otros coronados por el éxito. Horas y horas de cortar, pegar, vaciar, limar, agujerear… Robándole al sueño hasta el último minuto posible, conseguimos lo que parecía una quimera tan sólo un mes antes. La tarde del Miércoles de Ceniza, por fin quedó definitivamente emplazada en el mágico entorno de la carnavalera Plaza del Carmen, cuna del renacer de la fiesta. Porticando la calle como un triunfal arco dispuesto para recibir a sus hijos, aquellos que venían a llorarla, a rendirle su último tributo, mostrándose en toda la blanca desnudez de su osambre, cimbreándose suavemente al viento,  como  queriendo  decir:

« Mirad, he venido. Gracias por acordaros de mí».

Aquella noche, mientras las llamas apuntaban al cielo y miles de minúsculas chispas volaban en todas direcciones, cuando los últimos rescoldos eran rodeados y bailados por los corros, alguien me dijo que al mirarla un instante de reojo le pareció verla sonreir, y que una plateada gota de estrellas surcaba su blanca calavera.

        EL PROYECTO

El colectivo carnavalero La Tripa del Moro, se planteó el proyecto de Entierro de la Sardina como una acción claramente dividida en tres unidades que requerían un tratamiento plástico y de animación diferenciado, pero que en última instancia se vertebraba en un todo coherente con la tradición del Carnaval alicantino: Velatorio, Traslado de los restos y Cremación de la Sardina.  Se trataba, pues, de«vestir», de ofrecer un envoltorio temático a una serie de actos dispersos integrándolos en una celebración que posee sentido por sí misma y que ha ido adquiriendo a lo largo del tiempo una indiscutible trascendencia en el peculiar programa del Carnaval de nuestra ciudad.

EL VELATORIO

Llegó el triste día. El rito del Carnaval se ha consumado un ciclo anual más y las máscaras, antes exultantes y felices, rescatan del fondo de baules olvidados paños negros, ve los crepusculares, sudarios y levitas , chisteras y osamentas.

El rito indica que es el momento de dar el último adiós, de ofrecer un sentido respeto a la Sardina yacente. Así que decidimos – impulsados por las enormes posibilidades del recinto- instalar la Casa Doliente en el Panteón de Quijano: mezcla de jardín romántico y túmulo funerario. Uno de los escasos Lugares de nuestro Alicante que ofrece un marco in­comparable para el postrer reposo de la Bienamada Sardina.

Y quisimos recrear una decoración que resaltara el carácter pagano, mediterráneo, ancestral, de la celebración carnavalera , transformando este espacio en un fantástico templo inspirado en la tradición arquitectónica de las culturas micénica y minoica.

Los pilares que flanquean la entrada del jardín, mostrarían en su turbadora majestuosidad a dos sacerdotisas micénicas del culto a la Madre Tierra. Una vez traspasado el umbral, una avenida de columnas semejantes a las de la sala hipóstila del Palacio de Knosos no sabren el paso hacia el catafalco en el que, de riguroso cuerpo presente, descansa la Sardina. Tras ella, un friso característico del arte minoico enmarcando su Triste Figura. El conjunto es presidido desde lo alto del obelisco central por la efigie del Toro, del Gran Padre Fecundador. ¿Hay acaso un símbolo más representativo de la tradición cultural medite­rránea?

Pero el rito exige un velatorio en toda regla. Una corte de sacerdotisas y comparsas reciben al tumulto de máscaras, plañideras, viudas desconsoladas y nazarenos con un modesto ágape: rollitos de anís y mistela. Las oraciones de rigor, los cánticos, discursos y exordios públicos en memoria de la ínclita Sardina se sucederán

hasta el momento de iniciar la comitiva fúnebre.

TRASLADO DE LOS RESTOS

Entre una algarabía de sollozos desgarrados, marchas fúnebres, ayes de dolor y rezos colectivos, la comitiva de máscaras procede al solemne traslado de los restos mortales de la Madre Sardina. La corte de los locos ofrecerá su sentida escolta al rey saturnalicio antes de inmolarlo en nombre del Orden Regular de la Naturaleza. Mañana, el tiempo volverá a discurrir por cauces sensatos, lógicos, pero hoy todavía quedan fuerzas para rendir el último homenaje a los dioses del pasado.

Díaz Moreu, Rambla, Calle Mayor, Plaza de Abad Penalva, hasta internarnos en los vericuetos, vueltas y revueltas del Barrio de Santa Cruz, cuna y mortaja del carnaval alicantino.

Las manifestaciones de duelo, las paradas de rigor que impone la tradición sardinera, los orapronobis lanzados al cielo de la noche por las sacerdotisas que transportan los mortales despojos, todo ello compone un cuadro fantasmagórico en el que una figura domina por encima de todas: La Muerte, la Vieja Parca, que desde la altura de sus imponentes tibias nos recuerda que en el fondo todo es vano, que nada hay en el mundo que escape de su temible mirada…

CREMACION Y BAILE NEGRO

La comitiva espectral alcanza por fin su destino, la última morada. Si el Barrio fue cuna del carnaval, la Plaza del Carmen tuvo que ser por fuerza el útero donde se gestó el invento. Es cosa de buenos hijos no olvidarlo, y año tras año regresamos al punto de partida para despedir al moribundo carnaval. El fuego purificador convertirá la huesa de cartón y madera en cenizas que el viento esparce por los cuatros rincones de la ciudad dormida.

El Baile Negro presidido por el Sol y la Luna, nos espera entre sudarios y símbolos cabalísticos, la última bacanal nos aguarda. Desde los tejados del Barrio, la monumental osamenta se cimbrea arrullada por fa brisa nocturna mientras fas máscaras se regocijan en la postrer danza macabra.

Carnaval ha muerto. ¡Viva el Carnaval!

L’11 de març del 2021 farà deu anys de la mort del dolçainer d’Alacant Lluís Avellà i Reus. Voldria des d’aquest blog, fer-li un homenatge in memoriam a la seua trajectòria i la de molts jóvens d’Alacant que van nàixer al voltant dels mateixos anys que ell i que van viure junts una experiència inoblidable. La nostra generació va viure una època inigualable. Els últims anys de la dictadura de Franco. La nostra edat oscil·lava entre els quinze i els díhuit anys. Vam ser activistes en unes dècades glorioses per a nosaltres: buscar la llibertat per nosaltres mateixos sense necessitat que ningú ens diguera què havíem de fer. Aquesta finalitat buscada crec que ens ha servit a tota una generació de jóvens que vivim el mateix procés. No vam aconseguir canviar el món, encara que créiem fermament que el podíem canviar, però el que sí que ens ha servit és per ser gent valenta, qualsevol cosa que ens proposàvem ho aconseguíem a la nostra manera. Gràcies a l’esforç i la dedicació. Tots els projectes que vam proposar, vam intentar portar-los a la pràctica. Anys més tard, vam comprendre que gràcies al diàleg i la posada en comú dels nostres projectes aconseguiríem que fórem més participatius i aquest treball crec que ens ha fet millors persones. Aquest és el missatge que volem transmetre amb aquest homenatge

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